La Estampa Teatro estrena en Almendralejo ‘El velo de las mariposas’, un drama sobre la docencia que reivindica a las escritoras de la Generación del 27

La compañía extremeña perfila la última obra de su fundadora, Concha Rodríguez, para la representación en el teatro Carolina Coronado de Almendralejo el próximo 25 de septiembre

La dramaturga almendralejense aborda temas como el abuso en los institutos, el abandono escolar o la libertad de enseñar con un elenco de seis actores dirigido por Eva Romero

El teatro extremeño no se detiene a pesar de la epidemia de coronavirus. Ni a la compañía La Estampa de Almendralejo, ni a su directora y autora Concha Rodríguez les ha paralizado la situación excepcional que se vive en el mundo. Han seguido creando y se encuentran a las puertas del estreno de El velo de las mariposas, la ultima obra de Rodríguez, que subirá a escena, bajo la dirección de Eva Romero, el 25 de septiembre en el teatro Carolina Coronado de Almendralejo.

La compañía, que empezó sus ensayos en La Nave del Duende de Casar de Cáceres, está concentrada en la localidad pacense de La Zarza hasta el próximo domingo para profundizar en los ensayos y terminará de afinar El velo de las mariposas en Almendralejo.

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La Estampa Teatro estrenará en Almendralejo ‘El velo de las mariposas’, un drama sobre la docencia que reivindica a las escritoras de la Generación del 27

La compañía extremeña perfila la última obra de su fundadora, Concha Rodríguez, para la representación en el teatro Carolina Coronado de Almendralejo el próximo 25 de septiembre

La dramaturga almendralejense aborda temas como el abuso en los institutos, el abandono escolar o la libertad de enseñar con un elenco de seis actores dirigido por Eva Romero.

El teatro extremeño no se detiene a pesar de la epidemia de coronavirus. Ni a la compañía La Estampa de Almendralejo, ni a su directora y autora Concha Rodríguez les ha paralizado la situación excepcional que se vive en el mundo. Han seguido creando y se encuentran a las puertas del estreno de El velo de las mariposas, la última obra de Rodríguez, que subirá a escena, bajo la dirección de Eva Romero, el 25 de septiembre en el teatro Carolina Coronado de Almendralejo. La compañía, que empezó sus ensayos en La Nave del Duende de Casar de Cáceres, está concentrada en la localidad pacense de La Zarza hasta el próximo domingo para profundizar en los ensayos y terminará de afinar El velo de las mariposas en Almendralejo.

Si a lo largo de su carrera como autora Concha Rodríguez ha explorado diferentes estratos de la sociedad (la política, la familia, la empresa, el feminismo), en su texto más reciente abre en canal la enseñanza y reivindica la figura del docente. Pero también quería hablar de la literatura del 27 mirándola desde un ángulo infrecuente, el de sus creadoras, postergadas o silenciadas en los manuales de literatura

Los seis actores del elenco (Raquel Bravo, Laura Moreira, Javier Herrera, José María Galavís, Pablo Mejías y Concha Rodríguez) discuten, se enfrentan en escena alternando sus papeles de adolescentes, profesores, jueces y abogados que dan forma a este drama. En él, Concha Rodríguez encarna a una profesora de de Literatura Española Contemporánea, que da clases de Segundo de Bachillerato de un instituto público. Su talante vocacional, sus métodos anticonvencionales chocan con la burocracia de la institución. El fundamento de su docencia se asienta en métodos plasmados en películas como El club de los poetas muertos, La ola o El club de los emperadores.

Para sus clases se ha propuesto dar a conocer a las autoras de la Generación del 27, que vieron sus vidas y obras postergadas. Su empeño logrará cambiar el carácter y las mentalidades de sus alumnos, a la vez que ejerce sobre sus alumnos un poder desmedido. Las críticas contra ellas en el claustro y la denuncia del padre de una de las alumnas desatan conflictos en los que la autora explora, como ella afirma, “la vida, la muerte, el alma, el cuerpo, lo humano”.

Esa profesora, explica Eva Romero, directora de El velo de las mariposas, es el “espejo de una comunidad educativa que ve amenazadas la libertad de cátedra y la autonomía pedagógica de profesionales acreditados, que no necesitan validación parental de ningún tipo”.

“La educación a las tablas nuestro irremediable futuro”, afirma Concha Rodríguez. En su texto, la dramaturga extremeña pone de relieve cuestiones como el acoso escolar y sus consecuencias, o como la búsqueda del dinero fácil que emprendieron jóvenes que renunciaron al instituto por trabajos, por ejemplo en la construcción, con los que se embolsaban elevados sueldos y que hoy, tras la crisis, viven desahuciados.

Camino de las tres décadas de existencia, la Estampa Teatro empezó su andadura en Almendralejo en 1993, y a partir de 1999 se centró en la producción de las comedias de Concha Rodríguez. La autora, actriz y directora almendralejense definió un estilo propio con el que se acercaba a la realidad contemporánea a través de la comedia. Reflexión y humor marcan obras como Nido de víboras, Siete hembras sin piedad, Hoy viene a cenar mi sobrino el concejal, La vida secreta de mamá y Homenaje inesperado.

La compañía se ha implicado, además, en la Ruta Literaria del Romanticismo que celebra este movimiento cultural en Almendralejo, donde nacieron dos de sus máximas figuras, Carolina Coronado y José de Espronceda. Para esta ruta literaria Rodríguez ha escrito Cortejo de la ruta del Romanticismo, en el 2017, y producido El estudiante de Salamanca el pasado año.

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Concha Rodríguez: “Ser mujer, extremeña y también actriz… hace muy difícil que tu voz sea alta y clara como autora”

Charlamos con Concha Rodríguez, dramaturga, actriz, productora y directora de La Estampa Teatro, sobre su trayectoria profesional y el proceso en la escritura de teatral

Imagen, cortesía de La Estampa Teatro

—Según tu biografía, fue durante el bachillerato cuando escribiste e interpretaste tu primer monólogo. ¿Cómo es que acabaste en el teatro y no en el Club de la Comedia?

—El teatro me venía rondando desde mi más temprana edad. Mi hermano Miguel estudiaba en el colegio San José de Villafranca de los Barros, y los jesuitas sacaron su vena artística y hacía protagonistas todos los años y yo disfrutaba viéndole y deseaba crecer para subirme a ese escenario. Ya con nueve años sabía que lo mío era puro teatro. Tuve además la suerte de contar en el instituto con profesores que se involucraron en montar un grupo de teatro y ahí estaba y me colé, preparada a mi manera para interpretar a Mariana Pineda, a la Poncia, a destripar a Valle Inclán… Eran años convulsos por la propia libertad que entraba a borbotones, éramos amigos de los profesores jóvenes y nos contaban sus enfrentamientos con los profesores más conservadores… Y ahí estaba yo para regalarles un monólogo teatral en el que campaban a sus anchas todas mis emociones, mis sueños y mi gran decepción. Siempre tan crítica. Lo siento. Soy Virgo.

—En la segunda mitad de los 80 había una enorme movida universitaria en Cáceres y unas consolidadas manifestaciones de lo que hoy llamaríamos contracultura. ¿Qué recuerdas de todo aquello?

—Mi sueño era estudiar periodismo en la Complutense y compaginarlo con el Teatro; y me convencieron de que estudiara una carrera que me diera un trabajo seguro y, después, “reírme del mundo”. La Ley de Murfi se cebó pronto conmigo. Elegí “Clásicas,” siguiendo los pasos de mi hermana Isabel, pues el Latín y el Griego se me daban bastante bien y sabía que era trabajo inmediato, y en mi segundo de carrera tras la Reforma de Educación se cargan el Latín y el Griego y todo lo que verdeguea, y nos deja un sistema educativo bastante tocado. Ese segundo de carrera fue un año perdido de clases, recuerdo la facultad cerrada o vacía, pero seguíamos viviendo en Cáceres, llenando las calles, abarrotando las manifestaciones, encerrándonos por las noches en la facultad, tirando huevos a los Múltiples (que nos facilitaban los sindicatos justo cuando llegaban las cámaras de los periodistas). Fue una pataleta orquestada y los estudiantes éramos el coro. Al final del curso nos exigieron temario completo, tuvimos que comprar los libros de texto de la UNED y fueron los meses que más he estudiado en mi vida. Y chitón.

—Durante tu etapa en Cáceres te subes a las tablas de la mano del Teatro Estable. Suponemos que eso te abriría los ojos: de adolescente pensamos que el actor es una especie de animal glamuroso, pero en realidad es otra cosa, con unas miserias y grandezas más mundanas. A muchos, esa primera experiencia con la realidad del teatro les hace distanciarse, en cambio tú no tardaste ni tres años en crear tu propia compañía. Háblanos de tu primera experiencia teatral y esa otra gran decisión de montar La Estampa Teatro con apenas 26 años.

Cuánta razón tienes. Quizá el ser empresaria tan pronto fue mi huida de todo ese glamureo, distanciarme de una serie de grupos en los que yo no encajaba. Mis padres me obligaban a aprobarlo todo en junio, para que me dejaran seguir con el Teatro e irme de gira en verano. Para mí esto era muy serio y con el Teatro Estable de Cáceres sí respetaban todas mis necesidades estudiantiles y empecé poco a poco en este mundo maravilloso, en una ciudad que despertaba teatralmente su Festival de Teatro Clásico, y con el ambiente que yo soñaba. Después llegaron experiencias dolorosas y bastante oscuras, que nada tenían que ver con mis sueños y mis formas de trabajar, y busqué una comedia a mi medida, representando a Karin, una versión de Arteche (gran hombre de teatro fallecido hace unos días), le propuse a mi hermano montarla y de ahí hacia adelante.

—Desde entonces, te involucras en cursos y másteres para ampliar tu formación. En el teatro nunca se acaba de aprender, ¿verdad?

El Teatro es vida. Y la vida no deja de sorprendernos. Hacer teatro es mostrarle al público qué sientes, qué opinas, qué propones desde distintos puntos de vista. Cada personaje tiene un punto de vista y, debe haber ante todo, conflictos que resolver y distintas formas de hacerlo. Es el género más democrático, por ello quizá demos tanto miedo e intenten invisibilizarnos.

—Tu primera obra está fechada en 2001… Háblanos de tu puesta de largo como dramaturga.

Mi puesta de largo como dramaturga fue el Festival de Teatro Clásico de Mérida, con la versión en extremeño de El Sueño de una Noche de Verano. Fue un auténtico éxito, la comedia funcionó como un reloj. Casualmente nunca he vuelto a versionar nada en Mérida, ni a pisar la arena. Tras tanta frustración escribí Nido de Víboras, una ácida comedia que retrataba esa locura de los acomodados de los 90: Ese glamour loco y dañino del que hablabas antes, esas mezclas de cocaína, cócteles explosivos y niños de por medio. Ese verse en el mundo cultural como un triunfo social, muy de Ferias de Teatro. Era una crítica a todo eso. Disfruté muchísimo con esta comedia, aunque la profesión se la tomó fatal.

—La escritura teatral es un tanto peculiar, ya que muchas veces el texto va sufriendo innumerables modificaciones cuando salta del papel a las tablas. Explícanos cómo se trabaja esta disciplina, desde tu triple experiencia como autora, directora y actriz.

—Yo escribo para mi compañía y, por supuesto, pienso en la producción, en el momento e incluso en las personas con las que quiero contar. También he trabajado en encargos donde te piden cosas muy concretas, y en circunstancias a su vez concretas. Escribir para mi compañía me da mucha libertad, y casi siempre he escrito comedia social. Me gusta que me dirijan, rodearme de actrices y actores que me sorprendan y descoloquen mi obra. Sé que es muy complicado, y que puedo llegar a ser muy cansina, pero me encanta dejar el texto un 80% escrito y en los primeros ensayos, con la verdad de los actores, acabar la obra. Aunque la obra teatral siempre está viva, con posibilidades infinitas de adaptación y evolución. De hecho, cada día de representación respira de una manera. Adoro al público, que también lleva te lleva a lugares maravillosos de la obra.

—En tu biografía explicitas que “escribes un teatro que no encontraste”. Con más de dos décadas de carrera teatral, ¿qué evolución has visto en el teatro patrio con respecto a dos de los temas que más parecen importarte: la justicia social y el papel de la mujer en la comunidad?

En España, tanto tienes, tanto vales, y en los últimos años lo he vivido en primera persona. Ser mujer, extremeña y también actriz… hace muy difícil que tu voz sea alta y clara como autora. No saben catalogarte. Es muy fácil arrinconarme y callarme, aunque los textos ahí están, y eso me tranquiliza y me fascina. Empecé hace veinte años a escribir teatro social, yo diría que muy reivindicativo, para problemas brutales que como mujer veía a mi alrededor. Me sentía útil. Ahora todas las compañías tienen su cuota de teatro de igualdad y las mujeres con voz nos perdemos ante tanta multitud.

—Dicen que la comedia es el género más difícil. ¿Es así?

—La comedia es una vuelta de rosca al dolor, a la torpeza, al miedo, a la angustia. Mientras peor estés, más comedia sacarás. Dicen que la crisis del 2008 ha democratizado la tragedia. La tragedia siempre ha hablado de reyes y nobleza; la comedia del pueblo raso. Y eso queda en la conciencia colectiva y hace creer que la comedia es inferior a la tragedia, pero no es así. La tragedia acaba fatal, en muerte, y eso es sencillo, pero jugar con el dolor, con lo blando del ser humano, lo corrupto… ridiculizarlo; darle un escarmiento y mostrarlo al público como un monigote y dejarle vivir… Es bastante más complicado, pero también bastante más útil.

—¿Qué obra, de las que has firmado, te ha reportado más satisfacciones?

Muchas. Pero me quedo con Hoy viene a cenar mi sobrino el concejal. La disfruté muchísimo como actriz y la sufrí tremendamente cuando, como autora, la vi montada por otra compañía. Me sentí madre, madraza. Es de la obra que más he aprendido en todos los sentidos. Y el infantil Doña Bruja quiere Amigos, que lleva programándose ininterrumpidamente durante dieciocho años, y lo que queda por hacernos disfrutar.

Doña bruja quiere amigos, La Estampa Teatro

—¿Escribes otro tipo de textos además de teatrales?

—Escribo relatos, guiones de cine, cortos y tratamientos de series y guiones de mis obras teatrales. Mi sueño es escribir una novela. Y ya estoy en ello.

—En el momento que nos ha tocado vivir, hay lemas un poco paradójicos como el de “el teatro en casa”. Ya sabemos que no queda otra, pero ¿no te parece excesivo? ¿O crees que este tipo de iniciativas pueden ser positivas para recuperar público cuando volvamos a eso que llaman normalidad?

—El momento que nos ha tocado vivir ha desmantelado todo, y en este país tenemos la costumbre de inventar un sistema cada día, y de dejar tu sello en cada situación. El Teatro debe estar muy bien grabado y ser muy potente para competir con el audiovisual.  Creo que sería muy interesante volver al formato del Estudio 1. Eran unas producciones brutales de televisión. Y cuidar a los actores profesionales y la parte técnica es imprescindible; ahora salen artistas de debajo de las setas… Hay programas informáticos que hacen de una niña de 5 años una superestrella con su coro hecho por sí misma… Y valorar la autoría patria: el Teatro deberá contar en quién nos ha convertido éste “corona” y seguir siendo espejo de la sociedad que somos, sin miedo a enfrentarnos al esperpento. Ojalá surja la necesidad de escuchar a los autores, y que den un lugar al Teatro Contemporáneo.

—Has vivido en Badajoz, ¿qué opinión te merece su oferta cultural?

Badajoz me trata bien. Siempre me ha tratado bien. He pasado por el Festival de Teatro Contemporáneo con todas mis obras. Me encantaría que ese Teatro y ese Festival —el único contemporáneo—, que para mí es un Templo tuviera la fuerza y el reconocimiento que merece.

Badajoz rezuma artistas por todos su poros. Falta verlos, respirarlos.  Falta una guía del ocio llena de posibilidades, y que hacer música en directo y teatro alternativo fuera más rentable. Y no hubiera que cerrar salas que dan vida. Hay mucho por hacer culturalmente en Badajoz, y en Extremadura en general.

—Por último, ¿con qué proyectos estás ahora que podamos ver próximamente?

—He escrito una obra titulada El Velo de las Mariposas, creo que un poco visionaria. Una profesora de literatura de segundo de bachillerato imparte un seminario especial de poesía, en las horas del recreo. El recreo, la asignatura que marca el carácter. Selectividad, la que marca el futuro académico. ¿Qué pasará? Deseando producirla y disfrutarla, desde el prisma de todo lo vivido. Sin duda marcará una diferencia el estreno respecto a la primera versión del proyecto. Eso es lo maravilloso de hacer teatro contemporáneo. Vivir el presente y contarlo y recrearlo y compartirlo. Y la vida se encarga de hacerte alucinar. Lo dirigirá Eva Romero y se estrena en Almendralejo, el 25 de Septiembre. Ojalá y así sea.

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Concha Rodríguez escribe Teatro como una necesidad de gritar bien alto. No es autobiográfico, aunque sienta sus obras como terapias maravillosas. Ya en el instituto, escribió e interpretó su primer monólogo Mis zapatitos sabios, donde ponía a caldo el sistema educativo. Licenciada en Filología Clásica por la Universidad de Extremadura (1986-1990), es durante su etapa universitaria cuando comienza a trabajar profesionalmente en el Teatro Estable de Cáceres. Su formación le viene mayoritariamente de su experiencia como actriz y del trabajo con directores, entre los que destacan, en su primera etapa, Antonio Malonda y Ángel Facio. En 1993, a la edad de ventiséis años forma la compañía La Estampa Teatro.
Obras: Nido de Víboras (2001), Doña Bruja quiere amigos (2002), Siete hembras sin piedad (2003), Hoy viene a cenar mi sobrino concejal (2004), Primitiva Vanidad (2007), Para bellum (2009), Última luna de abril (2012), Efecto Dulcinea (2013), La vida secreta de mamá (2015), Homenaje inesperado (2018), El velo de las mariposas (2020).

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Concha Rodríguez: “El trabajo de las mujeres está maldito”

Hablamos con Concha Rodríguez, que trae este viernes 13 al Gran Teatro ‘Homenaje inesperado’, una comedia social, feminista y contemporánea9 marzo, 2020684

Concha Rodríguez, La Estampa Teatro

Concha Rodríguez, ¿Cómo es estar al frente de una compañía extremeña de teatro extremeña?

Hoy por hoy bastante complicado. La Estampa Teatro, cumple 27 años. Hemos pasado por muchos momentos maravillosos y baches complicados. No sólo es ser compañía extremeña, es escribir teatro social en los tiempos que corren. Para mí tener una empresa teatral son alas. Escribo con total libertad, aunque la venta desde aquí y cuando apuestas por un equipo extremeño es durísima. La competencia es tremenda. Para la venta no hay ningún filtro. Compites con la Gran Vía y eso es imposible. Salir desde Extremadura con equipo extremeño y texto nuevo es poco más que decir que eres una fracasada. El complejo endémico está ahí. Pero yo sigo en el intento. Llevo 27 años al pie de esta compañía y aquí sigo y escribiendo mis propias obras. Ya es como un matrimonio y ahora puedo decir que bien avenido (entonces, no estoy soltera).

¿Es la risa la mejor forma de llegar a la gente?

Sin duda. Si te das cuenta la carcajada te abre, no te cierra. Y dejas entrar emociones a borbotones, aunque luego te preguntes: ¿de qué me estoy riendo? Ésta es mi forma de hacer comedia, llegar a la comedia, a través de historias y situaciones que por injustas, absurdas, dolorosas y caóticas pasan ese umbral del drama a lo cómico. Al teatro hay que ir a divertirse, por supuesto a entenderlo, a reflexionar, a curtirte, a verte en un espejo grande, a perdonarte, a retarte. Todo lo trae la comedia.

¿También para hablar del techo de cristal?

Por supuesto. Para hablar de ese maldito y sangrante, pero transparente, techo de cristal. El trabajo de las mujeres está maldito, pues al llegar la noche, nos acostamos con todo hecho y por la mañana nos levantamos con todo por hacer. Si el trabajo que hacemos las mujeres cada día cuajase y nos fortaleciese, nos anclara en el presente y nos fuera sumando para el futuro, podríamos permitirnos hablar de fútbol durante horas como hacen ellos. Sin miedo a perder un tiempo de oro. Porque cada minuto en una mujer es oro puro. Siempre tanto por hacer.

“El Gran Teatro se convierte en la empresa Seguros Matallamas”

Ahora cuéntame, Concha Rodríguez, qué vamos a ver en el escenario.

Una comedia. Mucha participación. El teatro desde la puerta de la calle se convierte la empresa de Seguros Matallamas. El espectador ficha, hace su pausa activa, estiramientos suaves, cigarrito, cava extremeño para todos durante el homenaje… cámaras de seguridad por todo el espacio que harán que los trabajadores/espectadores estén presentes en el escenario. La escenografía y vestuario son de Marcelo Pacheco y Pepe Reyes (La Catedral del Mar, Isabel, La República…) Una gran parafernalia futurista y de gran empresa, dirigida por Sergio Gayol, para contar que las emociones siguen intactas y que a nivel humano vamos para atrás. Y que todos los problemas laborales se multiplican por diez cuando hablamos de mujeres. Hablo de la pirámide empresarial. Jefa, secretaria y eventual. Tres mujeres. Ya estamos en todas partes y sigue todo igual. Y al final quien se lleva la cosecha es el segurata. Me rodeo de grandes actrices como Ana Franco y Laura García Cáceres y el actor José María Galavís.

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«Homenaje inesperado», de Concha Rodríguez: lúcido e hilarante análisis social

En el 42 Festival de Teatro de Badajoz por La Estampa Teatro, un espectáculo que navega por diversos niveles, pero contiene cargas de profundidad sobre la falta de empatía (y de oportunidades) de nuestra sociedad, la herencia que recibirán las siguientes generaciones o el mal uso del poder. La clave de comedia aligera; ciertamente; el equipaje. Pero no por ello disminuye la gravedad de lo real.

Se toma su tiempo la obra de Concha Rodríguez. A fuego lento, casi como un adagio en la introducción, para ir in crescendo (si los términos musicales se me permiten), transcurrir en “andante gracioso” (si se me permite el juego de palabras), continuar en “allegro”, para  culminar en un fortíssimo que sorprenderá a los espectadores. La vocación de ruptura de la cuarta pared está presente desde el inicio de la obra, con la presencia de un segurata  (José Mª Galavís) que supervisa, entre butacas, a una imaginaria empresa de la que forman parte; involuntariamente; todos los espectadores. Incluso la misma Concha Rodríguez, ejerce de teleoperadora desde una de las butacas de patio. Una empresa piramidal decide un homenaje “mediante el azar” a uno de sus empleados. Utilizando el patio de butacas como escenario secundario (los espectadores aparecen en una pantalla siendo observados desde las cámaras). Allí se desarrollaran partes de la obra, como la jocosa hora de la gimnasia de empresa, o el acercamiento del segurata a un espectador “voluntario,” al que implicará a golpe de cigarrillo en sus tramas ocultas, extrayendo con destreza juego actoral y vis de comedia al forzado espontáneo.

El escenario cumple una función aséptica y práctica al mismo tiempo, dividiendo los distintos espacios humanos. El despacho del jefe-demiurgo, a través del cual se vislumbra su silueta observándolo todo. El despacho de la secretaria, donde transcurren la mayoría de los procesos evolutivos de los personajes, así como los acercamientos humanos y el ya citado patio de butacas. Acertado y sorprendente diseño atemporal del almendralejense Marcelo Pacheco (La Catedral del mar, Amar es para siempre). Los trabajadores de la empresa visten una suerte de uniformidad aséptica y homogénea, incluso el traje del director es una variedad del diseño “a rayas” de Pepe Reyes (La Mala Educación, Hable con ella), que despersonaliza y deshumaniza la microsociedad de la empresa. El texto de Concha Rodríguez navega por diversos niveles, pero contiene cargas de profundidad sobre la falta de empatía (y de oportunidades) de nuestra sociedad, la herencia que recibirán las siguientes generaciones o el mal uso del poder. La clave de comedia aligera; ciertamente; el equipaje. Pero no por ello disminuye la gravedad de lo real.

Todo esto queda reflejado en el instante en que sobre la pantalla van apareciendo secuencias de los efectos que la política empresarial tiene sobre la naturaleza y el entorno. Un adecuado uso del multimedia parece ser una de las corrientes de la escena actual, integrando y aprovechando las posibilidades de dichos medios. La actriz-directora ha elegido a las mujeres como protagonistas. Ellas siguen siendo las más débiles en el mundo empresarial, y sus distintos roles dentro del organigrama. La secretaria es una especie de cancerbero, impide que cualquier otro trabajador se acerque el Jefe o rompa la estructura de la empresa. Las frases del segurata dejan patente la ausencia de privacidad en todos los niveles (El Gran Hermano te contempla) y el control desde arriba. Ausencia que se transmite al patio de butacas, donde los espectadores pueden observarse en la pantalla.

Las vivencias de Concha Rodríguez y el resto del elenco son de rabiosa actualidad, los diálogos certeros y cáusticos. El grito, reivindicativo. Sereno pero potente. Certero, pero con una filosofía vital donde el humor forma parte indispensable del armazón para enfrentarse a los poderes establecidos.

El texto de la dramaturga es poderoso en lo cotidiano, reivindicativo en la comedia y empático en lo trágico (que también lo hay). El papel de la excelente iluminación (Fran Cordero) y la animación audiovisual (Carlos Lucas y Nuria Prieto), contribuyen a dotar de textura,  vitalidad y agilidad a las escenas. Frente a esa tendencia al humor burdo o las gráciles concesiones (innecesarias) a lo coyuntural, que se muestran en otros montajes, el humor contiene altas dosis de inteligencia (y mala leche) que agradece el espectador. Incluso lo coyuntural se inserta con inteligencia, y en su justa medida, como en ese texto sobre los espumosos de Almendalejo. La estructura (casi de comedia de enredo), juega con la incertidumbre y el misterio que desemboca en la confesión final de Enrique.

Todos los personajes están dibujados con pericia y esmero, incluso aquellos de breve intervención. Esperanza (Concha Rodríguez) mueve con habilidad (y amplia experiencia) los resortes de una mujer ingobernable, de espíritu libérrimo y reivindicativo, con una naturalidad escénica y una vis cómica que nace del hábito y la usanza. Ana Franco (Agustina) se mueve con capacidad en su personaje, solventando el peligro de encorsetamiento o el prototipo, dotando de matices y humanidad al personaje “negativo”, conocedor de las corruptelas y tejemanejes y garante del buen funcionamiento de la máquina. Laura García desarrolla un difícil rol. Es el jefe de la empresa y debe desdoblarse, travestirse para triunfar en el mundo empresarial, mientras desarrolla su plan. Ocultarse, al tiempo que conduce con humor el argumento hacia su sorpresivo desenlace. La acción transcurre fluida y ágilmente, siendo el humor la argamasa que condiciona la medida, el ritmo, los desenlaces. Todo ello con gran inteligencia y sin olvidar el propósito reivindicativo del texto. Las voces se proyectaban con limpieza y desahogo hasta las últimas butacas, lo cual es de agradecer. Enseñar divirtiendo (Habens fun doctrina) o reivindicar divirtiendo. ¿Qué más puede pedirse? La Estampa Teatro lo consigue, manteniendo el listón. Una propuesta extremeña de alto nivel, una propuesta humana de amplio calado, un testimonio social de imprescindible aplauso, bajo la certera dirección de Sergio Gayol.

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Otra ingeniosa comedia de Concha Rodríguez

bien faîte» (que diría el prolífico escritor francés Eugène Scribe): un modelo de comedia, de trama ágil y equilibrada -con un desarrollo del suspenso, con una escena culminante que resuelve los conflictos y con el posterior final feliz- en el desbordamiento escénico entre la diversión y las ideas, que maneja los valores socio-morales cumpliendo su función crítica.

Su última producción, HOMENAJE INESPERADO, representada por su compañía La Estampa Teatro de Almendralejo, es una deleitable comedia, profunda y provocativa, sobre las relaciones humanas dentro de la estructura piramidal de las empresas (o de las instituciones) que manejan las nuevas tecnologías para el control de los trabajadores. Una propuesta que evidencia un interés sentido de la autora por contar una realidad actual, con un texto reivindicativo que toca temas como la corrupción unida a la desigualdad que sufren las mujeres en el ámbito laboral (o de cómo se ven obligadas a coger un rol masculino para integrarse y triunfar en el mundo profesional). Un texto de calidad que refleja esa problemática moral que adquiere un carácter marcadamente denunciatorio -representado en la Muestra Ibérica de las Artes Escénicas de Extremadura-, que resulta otro paso hacia adelante de compromiso teatral de esta compañía con propuestas teatrales que elevan el listón de las producciones extremeñas.

La trama de la obra se sitúa en una empresa de seguros con cientos de empleados, en la que el director -como cada año- tiene que homenajear al jubilado de turno. Pero resulta que ya no hay ninguno en la plantilla, pues todos los colocados son ahora eventuales o becarios. Por lo que decide homenajear a uno de estos al azar. A partir de ese momento, en que la elección ha recaído en Esperanza, una trabajadora rebelde que quiere aprovechar el acto con un discurso crítico y feminista -basado en la firme responsabilidad cívica de expresar el descontento que sufren los empleados-, se desencadenan los acontecimientos más inesperados, saliendo a relucir en los diálogos la verdadera personalidad de los protagonistas (un jefe, una secretaria, un guardia de seguridad y Esperanza muy bien trazados desde el punto de vista psicológico), así como los secretos de doble moral más ocultos de los trabajadores, que por una parte reprueban subrepticiamente las corruptelas de la empresa y por otra demuestran ser una camarilla cobarde -de trepas, pelotas y chivatos- que solo buscan la ocasión para situarse.

La puesta en escena, de Sergio Gayol, resulta muy imaginativa en la articulación y justificación de un conjunto de recursos teatrales puestos en juego, dentro de un vistoso espacio escenográfico -de Marcelo Pacheco- dispuesto en tres planos: el despacho del responsable de la empresa (con una enorme pantalla de fondo), el despacho de la secretaria y una sugerente oficina situada en el patio de butacas (controlada por cámaras de vigilancia) donde se encontrará entre el público la tele-operadora, Esperanza. Todo un armazón espectacular afinadamente iluminado por Fran Cordero y animado por la creación audiovisual de Carlos Lucas y Nuria Prieto, la música apropiada de Álvaro Rodríguez y la original indumentaria (que subraya la alienación de los personajes) de Pepe Reyes. En todos los planos las escenas son ágiles y están conducidas con idónea medida rítmica en los cambios de acción que van –en clave de humor inteligente- de sorpresa en sorpresa, modificando constantemente el rumbo del asunto y conformando un gran enredo de vínculos en las conflictivas relaciones de los personajes, que hacen transitar a la comedia por la vía del suspense.

En la interpretación, el elenco logra transmitir un fenomenal trabajo crítico y humorístico que pasa por una desbocada panoplia de situaciones, ganando veracidad a medida que avanza la representación. Concha Rodríguez (Esperanza), tiene en la mano un gran personaje indómito al que inyecta toda su sensibilidad y maestría de gran actriz, sacando a la luz del escenario su personal gracejo. Magda García Arenal (Agustina), compone con solvencia su difícil personaje de una secretaria autoritaria, fría, agria, hábil e interesada con matices bien detallados en ese juego de apariencia que producen el humor amargo. Es un espantajo del jefe que conoce la corrupción de la empresa y se ha dejado corromper, aunque en soledad se rebela –queriendo que le llegue pronto su jubilación- cuando se da cuenta que ha perdido el sentido de su existencia. Laura García Cáceres (Enrique / Paquita), actúa pletórica de recursos hilarantes muy bien perfilados en sus desdoblamientos. Da cuerda a la función provocando mucha carambola cómica en ese juego de deseos, mezquindades, engaños y verdades que se revelan y que se ocultan a cada momento. Ilde Cejudo Mateos (Seguro), muestra pericia y seguridad dramática en tono jocoso como guarda de seguridad, logrando despojar de inhibiciones al público para hacerlo participar como personal de la empresa.

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CONCHA RODRÍGUEZ: UN CUARTO DE SIGLO HACIENDO TEATRO

Cita los años por la obra de teatro en la que estaba trabajando. ‘Mirando al mar’, ‘Ácido lúdico’, ‘Qué viva Salomón’, ‘La vida secreta de mamá’. Y tiene 23 espectáculos a sus espaldas con La Estampa Teatro, pero ya había participado como actriz en otras muchas producciones.

Concha Rodríguez (Almendralejo, 1967) fundó esta compañía en 1993, con apenas 26 años, pero contando ya con una amplia experiencia en el sector. Desde tercero de carrera -cursó Filología Clásica en Cáceres- ya trabajaba como actriz profesional en algunos montajes. «Fue en esa época en la que estuve con el Teatro Estable de Cáceres, el Colectivo de Actores y Espectáculos Ibéricos», recuerda Rodríguez, que se subió por primera vez a un escenario en el instituto para hacer ‘Mariana Pineda’.

Ahora está de celebración. Cumple un cuarto de siglo con La Estampa Teatro y para conmemorar esta efeméride ha -por usar sus propias palabras- «tirado la casa por la ventana» con un espectáculo de gran formato. Tras todo el trabajo previo, el pasado viernes se estrenó su última obra, ‘Homenaje inesperado’. «Es una comedia necesaria en nuestro país», señala.

El teatro Carolina Coronado de Almendralejo, el mismo que vio nacer a la compañía, fue el espacio elegido para poner en escena el nuevo montaje. El texto suena a actualidad. «Hablo de en qué se está convirtiendo el sistema laboral, en el que la base trabajadora está cada vez más apretada y el jefe se encuentra cada vez más arriba», expone Rodríguez, que asegura que le ha costado mucho enfrentarse al proceso de escritura. Y es que además de interpretar -en esta ocasión junto a Laura Cáceres, Magda García Arenal e Ilde Cejudo- también es la autora de la obra y se encarga de la producción. La dirección recae en Sergio Gayol.

Los primeros montajes que realizó con su compañía, que creó con su hermano Miguel, eran sobre obras de otros autores. «Lo primero que hicimos fue ‘Representando a Karin’, que era para dos actores», rememora. Sin embargo, cuando Miguel abandonó el proyecto, en 1999, ella decidió apostar por sus propios textos.

Su interés por la creación no era nuevo. Una de las primeras obras que escribió fue ‘Mi zapatito sabio’, un monólogo sobre su experiencia en el instituto, que pidió representar al finalizar esta etapa educativa. «El director me lo devolvió completamente tachado y me negué a hacerlo», afirma. El cambio de equipo directivo del centro le permitió leer su monólogo en el acto de apertura del curso siguiente.

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Estreno de Homenaje Inesperado: La Estampa celebra 25 años en el teatro con el estreno de la comedia ‘Homenaje inesperado’

La Estampa Teatro de Almendralejo cumple 25 años como compañía, sus bodas de plata, y para celebrarlo estrena la comedia Homenaje inesperado, escrita por su fundadora Concha Rodríguez, una de esas figuras todoterreno de la escena extremeña, que ha logrado llevar su teatro a la realidad contemporánea con textos, como dice ella, “de rabiosa actualidad, llenos de frescura, comedia y a la vez reflexión”. Tras un preestreno en la Sala Guirigai de Los Santos de Maimona el 20 de octubre, Homenaje inesperado se estrena el 26 de octubre en el Teatro Carolina Coronado de Almendralejo.

Tras las dos primeras funciones en Los Santos de Maimona y Almendralejo, Homenaje inesperado emprenderá una gira que le llevará, de momento, a Azuaga (el 2 de noviembre), Villanueva de la Serena (el 10 de noviembre) y Zafra (el 24 de noviembre).

El feminismo, el control de las tecnologías, la conciencia de que la vida vivida no es la que a uno le corresponde, confluyen en esta comedia sobre la estructura empresarial y sus relaciones humanas, asociadas a las nuevas tecnologías aplicadas al control de los trabajadores.

Laura García Cáceres, Magda García Arenal, Concha Rodríguez e Ilde Cejudo Mateos componen el reparto de este montaje dirigido por Sergio Gayol. Los cuatro intérpretes asumen los cinco papeles de Homenaje inesperado: una secretaria, el jefe de una empresa, una trabajadora, un guarda de seguridad y un personaje sorpresa.

La historia discurre en el escenario, que representa el despacho del responsable de la empresa y el de la secretaria, y en el patio de butacas, que simula una oficina inmensa para los empleados controlada por cámaras de vigilancia. La trama de la obra se desarrolla a partir del Homenaje de todos los jubilados del Año, que, como ejercicio de un master, recaerá en una trabajadora aún en activo.

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