El regalo de Zeus, un cosmos mitológico teñido de humor y magia

El regalo de Zeus ha sido el noveno espectáculo teatral representado en el Teatro Romano y la clausura del 69 Festival. Una propuesta de coproducción de las destacadas compañías extremeñas La Estampa Teatro (de Almendralejo) y Entrearte Al-badulaque (de Cuacos de Yuste) con el Festival de Teatro Clásico de Mérida. La obra, inspirada en el mito griego La caja de Pandora, escrita por Concha Rodríguez y puesta en escena por el trío conformado por Ángeles Vázquez, Juan Antonio Moreno y Concha Rodríguez, consigue un jubiloso espectáculo multidisciplinario que entrelaza el teatro, la danza y el circo en un cosmos mitológico teñido de humor y de magia.

La mitología griega que nos relata versiones de Pandora y su enigmática caja, están enmarcadas en el mito de Prometeo, quien desafió a los dioses al entregar el fuego a la humanidad. Desde el Olimpo, Zeus, en represalia, castigó a Prometeo y engendró a Pandora, la primera mujer mortal, esculpida por Hefesto. Y confió a esta bella mujer una caja repleta de males universales, advirtiéndole que nunca la abriera. Sin embargo, Pandora desoyó esta advertencia y liberó esos males. Aunque entre las sombras liberadas, un último bien aguardó: la esperanza, centella que nunca se extingue.

Pese a este momento crucial, la historia de Pandora se hunde en los abismos del misterio en los mitos griegos. Son escasas las fuentes que arrojan luz sobre su destino, que mencionan más su felicidad junto a su esposo Epimeteo (hermano de Prometeo). De esta unión nació Pirra, quien sobrevivió al Diluvio de Deucalión. La Ilíada de Homero también alude a la dualidad de la caja en la morada de Zeus, una con bienes y otra con males. Y la Teogonía de Hesíodo no aborda este episodio, pero sugiere la importancia de la presencia femenina en la vida humana. Pandora es tildada de «mal bello» en la clasificación mitológica de Hesíodo, encapsulando su complejo papel en este contexto.

Concha Rodríguez, experta en comedias divertidas escribe El regalo de Zeus adentrándose en el mito de Pandora y sus figuras mitológicas, experimentando giros argumentales sorprendentes en cada paso. A través de ilustraciones que exploran el vasto mundo de la mitología, reconfigura audazmente la narrativa tradicional y remodela con ingenio nuestra percepción de Pandora. El dramatismo mitológico del relato, en este caso sometido a esa metamorfosis singular, resulta al final una comedia brillante, erigida como un crisol transformador, y Pandora emerge bajo una nueva y luminosa perspectiva cargada de significados profundos. Ya no es solo aquella culpable de los males al abrir la caja (aquí lo hace inocentemente Epimeteo), sino la portadora de esperanza en un canto ardiente por la igualdad. Su lucha resuena como una melodía que llega hasta nuestros días, una búsqueda incansable por un final radiante donde el corazón anhela la transformación hacia lo positivo (es el sello inconfundible de la comedia).

En la trama renovada, se nos presenta a Deucalión como un soñador de hoy cuyo anhelo es explorar Marte y regresar con inagotables anécdotas. Pirra, en contraste, encarna la esencia aventurera de buscar en la Tierra un rincón de paz universal. Talía, musa de la comedia, aparece como protagonista para dirigir desde las sombras a esta peculiar pareja, convirtiendo sus vidas en una epopeya teatral donde danzan entre magia y ocurrentes chistes cósmicos. Mientras, Melpómene, la musa de la tragedia, que pierde protagonismo, está envidiando la atención que este hilarante duplo está acaparando.

Pero en la narración de locura celestial, donde los sueños se entrelazan con lo insólito, asimismo hay que dejar la lógica y subir al circo festivo que brindan las diosas olímpicas. Pues, ¿quién predice qué? Si hasta el rayo vengativo de Zeus se doblega ante el poder de una risa irónica. La autora almendralejense, cual arquitecta de mundos cómicos, ha proclamado: «¡Alzaos, mitos antiguos, que es tiempo de renovaros!», dando a entender que en la comedia yace -acaso mejor que en la tragedia- el bálsamo que sana y el espejo que cuestiona con su función crítica y su enfoque moral el entramado social. ¡Oh, bravura a la autora! El panteón mitológico, inmutable en su solemnidad, pocas veces se ha permitido tan erudito jolgorio.

En la puesta en escena de esta complicada y nada convencional pieza teatral han participado tres talentosos artistas: Concha Rodríguez, quien posee conocimiento del espacio teatral romano (su compañía ya dejó su huella en 1999 con la adaptación de El sueño de una noche de verano de Shakespeare), que cosecha frutos en la dirección actoral y general, Ángeles Vázquez que es una maestra de la dirección coreográfica de carácter innovador y Juan Antonio Moreno artífice de una coordinación escenotécnica impecable que abarca el montaje (diseñado por la autora). Sobre el escenario romano estos creadores reúnen interpretación, danza, circo y pantomima, en un viaje hilarante de proporciones míticas -trascendiendo la realidad- por paisajes escenográficos que un deslumbrante videomapping (de Carlos Lucas) proyecta en las majestuosas columnas del Teatro Romano, escenarios que a su vez actúan como lienzos narrativos para contar la historia del nacimiento de la humanidad, que por su belleza visual diría que tejida por los dioses mismos.

Este colectivo de artistas, asimismo aplica su hechizo magnífico en la expresividad corporal de los bailarines estéticamente equilibrada, y en los diálogos de los actores que hacen guiños simpáticos en los momentos precisos. Pero igualmente lo logra en la selección musical clásica -de todos los tiempos- susurrantes de secretos míticos al oído (de Luis Cotallo), en la iluminación con hálito creador (de Rubén Camacho) y en los vestuarios visualmente atractivos (de Ángeles Vázquez/Victor López). En todo, se alza una puesta de rareza exquisita que desafía los cánones habituales y se yergue como un tesoro de humor y poesía que trasciende lo rutinario, convirtiéndose en joya excepcional de este teatro mágico.

En la interpretación casi coral, tanto los actores como los danzantes estuvieron espléndidos (pero también lo estuvo el gracioso teléfono móvil de Deucalión). Se notó en ellos entrega, compromiso y esfuerzo. Juan Meseguer (Zeus), Emma Ozores (Talía), María José Mangas (Melpómene), Pablo Mejías (Deucalión), Raquel Bravo (Pirra), Sandro Cordero (Prometeo), Rubén Torres (Epimeteo), Mike Dosperillas (Hefesto) y Alberto Puerto (conductor del carro de la comedia) acreditaron un logro excepcional en términos de caracterización, matices expresivos y habilidades de declamación, contribuyendo significativamente a la atmósfera cómica que permeaba todas las situaciones escénicas de la obra.

Pero igualmente, con gracia divina, los actores/bailarines circenses se alzaron como astros en el firmamento escénico. Sandra S. Carrasco personificó a Afrodita y Pandora, destilando un baile original de ‘hula-hoops’ que irradiaba belleza. Cira Cabases encarnó a la sabia Atenea, emanando conocimiento ancestral con su elegante danza gimnástica (en la cabeza de Zeus). Mientras que Jorge Safer, Daniel ‘Sifer’ y Daniel Barros, encarnando la esencia humana en la fragua de Hefesto, exhibieron sus habilidades pantomímicas. En esta sinfonía escénica, los virtuosismos tiñeron un fresco de obra armónica inmersa en lo mítico. Cada paso fue una estrofa, cada movimiento una línea poética que se inscribe en el cosmos de la imaginación, llevándonos a un viaje donde los límites de lo posible se desvanecen y sólo queda la belleza etérea de su expresión artística.

Algo más de 1.700 espectadores presenciaron el estreno. Hubo ausencia de las altas autoridades a esta obra extremeña. Pero el público respondió aplaudiendo mucho y con sinceridad el gran trabajo escénico.

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