Cita los años por la obra de teatro en la que estaba trabajando. ‘Mirando al mar’, ‘Ácido lúdico’, ‘Qué viva Salomón’, ‘La vida secreta de mamá’. Y tiene 23 espectáculos a sus espaldas con La Estampa Teatro, pero ya había participado como actriz en otras muchas producciones.
Concha Rodríguez (Almendralejo, 1967) fundó esta compañía en 1993, con apenas 26 años, pero contando ya con una amplia experiencia en el sector. Desde tercero de carrera -cursó Filología Clásica en Cáceres- ya trabajaba como actriz profesional en algunos montajes. «Fue en esa época en la que estuve con el Teatro Estable de Cáceres, el Colectivo de Actores y Espectáculos Ibéricos», recuerda Rodríguez, que se subió por primera vez a un escenario en el instituto para hacer ‘Mariana Pineda’.
Ahora está de celebración. Cumple un cuarto de siglo con La Estampa Teatro y para conmemorar esta efeméride ha -por usar sus propias palabras- «tirado la casa por la ventana» con un espectáculo de gran formato. Tras todo el trabajo previo, el pasado viernes se estrenó su última obra, ‘Homenaje inesperado’. «Es una comedia necesaria en nuestro país», señala.
El teatro Carolina Coronado de Almendralejo, el mismo que vio nacer a la compañía, fue el espacio elegido para poner en escena el nuevo montaje. El texto suena a actualidad. «Hablo de en qué se está convirtiendo el sistema laboral, en el que la base trabajadora está cada vez más apretada y el jefe se encuentra cada vez más arriba», expone Rodríguez, que asegura que le ha costado mucho enfrentarse al proceso de escritura. Y es que además de interpretar -en esta ocasión junto a Laura Cáceres, Magda García Arenal e Ilde Cejudo- también es la autora de la obra y se encarga de la producción. La dirección recae en Sergio Gayol.
Los primeros montajes que realizó con su compañía, que creó con su hermano Miguel, eran sobre obras de otros autores. «Lo primero que hicimos fue ‘Representando a Karin’, que era para dos actores», rememora. Sin embargo, cuando Miguel abandonó el proyecto, en 1999, ella decidió apostar por sus propios textos.
Su interés por la creación no era nuevo. Una de las primeras obras que escribió fue ‘Mi zapatito sabio’, un monólogo sobre su experiencia en el instituto, que pidió representar al finalizar esta etapa educativa. «El director me lo devolvió completamente tachado y me negué a hacerlo», afirma. El cambio de equipo directivo del centro le permitió leer su monólogo en el acto de apertura del curso siguiente.
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